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Legión de Hormigas

En ese ejercicio repetitivo de lavarnos los dientes, me sucedió algo inusual y pasó justo cuando me disponía abrir la llave del lavamanos, de repente veo un pequeño grupo de hormigas diminutas cerca del sifón, son cinco para ser más exacto, girando la llave se volverían historia, pero por cosas del destino me detengo a observarlas, al parecer se están hidratando con los restos de agua que aún quedan, llevado por una fuerza interior desconocida y en un acto de solidaridad o compasión decido darles una oportunidad, sé que son sensibles al sonido, como también sé que este se propaga con mayor velocidad e intensidad en superficies compactas, “Física básica escuelera” Tomo mi cepillo de dientes y doy un golpe contundente sobre el lavamanos.


En otros tiempos no hubiera dudado un segundo en prender la llave, incluso hubiese disfrutaba echándoles agua para que desaparecieran de mi vista, eran otros tiempos, el punto es que reaccionan al instante y emprenden la huida, a excepción de una que se mantiene con una actitud tranquila y desafiante, mientras que yo estoy perdiendo la paciencia, además tengo afán, después de todo es solo una diminuta e insignificante hormiga, no pierdo nada si prendo la llave, además nadie me observa, quedaría impune el hecho.


Pero en un momento de raciocinio, y siguiendo con mi noble idea golpeo nuevamente el lavamanos con tan mala suerte que la mitad del cepillo va a parar al sifón al lado de la hormiga, al parecer olvidé hacer un cálculo entre la masa, la fuerza y la energía cinética antes de dar el golpe, pero aquella infeliz se reúsa, no sé si mírala con lástima o con rabia, está rebozando mi paciencia, ahora tendré que ir hasta la tienda a comprar otro cepillo y el tiempo calculado para mis labores diarias se acorta por culpa de un insecto inconsciente, en mi mente calculo el espacio, la velocidad y el tiempo que gastaré, caminando dos cuadras hasta la tienda más cercana, eso son como quince minutos ida y vuelta, serán suficientes para que aquella condenada se hidrate y desaparezca de una vez por todas de mi vida.


En la tienda la vecina me dice que sin tapabocas no me puede atender, bajo la mirada y en silencio la emprendo contra el virus, con un insulto que no escribiré, pero reacciono y me doy cuenta que el virus no me va escuchar, es energía mal invertida, tendré que regresarme y buscar mi tapabocas, mientras camino de regreso voy haciendo memoria de donde puede estar, es jueves y mi pico y cédula es todos los viernes, eso me indica que hace seis días no lo veo, la vida se me complicó por una decisión altruista con un grupo de hormigas o con una hormiga para ser más exacto, debí abrir la lleve y me pude evitar todo este lío, pienso en silencio.


Ahora tengo otro problema, mi tapabocas no aparece, es como si el mundo se hubiera puesto de acuerdo para conspirar en mi contra, no es justo, se supone que si actúo bien todo debe fluir, derrotado me siento en el piso y veo el bendito tapabocas debajo de los muebles, nadie más que mi gato Vincent pudo hacer tal gracia, lo tomo y salgo corriendo para la tienda, necesito recuperar el tiempo perdido, de repente parece que todo vuelve a fluir.

Ya estoy de regreso y traigo un cepillo nuevo, este parece más resistente, subo las gradas, me siento un poco agitado, voy hacia el lavamanos y adivinen qué?


Hay una legión de hormigas bebiendo agua del lavamanos y se pasean como si fueran las dueñas absolutas.


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