EL AQUÍ Y EL AHORA EN LA CUARENTENA
En mil cuatrocientos cuarenta y siete A.C. El libro del éxodo nos cuenta uno de los acontecimientos más impactantes de la historia; la salida o liberación del pueblo Isralíta de manos de los egipcios. En toda esa travesía hay un hecho fantástico que sucede en pleno desierto; cuando el pueblo de Israel está siendo diezmado y debilitado por el hambre, aparece un grano diminuto regado en el desierto al cual le llaman Maná. Moisés en su sabiduría sabe que la fe mantendrá vivo a su pueblo en medio del desierto y solo se podrá adquirir si aprenden a vivir el día a día o el presente absoluto, por esta razón da la orden de recoger solo la ración necesaria para un día, hecho que le cuesta mucho aprender a su pueblo, pues la duda y la incertidumbre son herencias adquiridas en Egipto gracias a sus cómodas costumbres.
En la actualidad no es diferente los seres humanos hemos caído en zonas de confort donde erróneamente pensamos que es todo es correcto, pero las trampas establecidas por la sociedad o los sistemas que nos direccionan a su interés y conveniencia, nos han quitado el poder interno, la capacidad de autocrítica y la fuerza interior para vivir intensamente cada momento.
La sabiduría oriental milenariamente ha conservado muchos de sus principios y contrario a los estándares occidentales, nos han manifestado siempre en sus manuscritos, o experiencias que la vida es una sola, que carece de espacio y tiempo, que para ser felices es necesario experimentar el presente, “el aquí y el ahora”, parece frase de cajón pero la situación actual nos ha llevado obligatoriamente a vivir el momento presente, como una imposición sanadora de una inteligencia superior o divina.
Muchos sabios y eruditos siempre lo han manifestado y coinciden que como seres humanos estamos en este plano de la existencia con el único propósito de ser felices, que todas nuestras acciones deben tener un norte, un punto álgido donde la felicidad sea la prioridad y que cualquier desvío inconsciente debe ser neutralizado para no perder la conexión.
Es paradójico y muchos coincidirán con lo que voy a decir, pero la pandemia le dio sentido a la vida de muchas personas que experimentaban crisis existencial, frustración, depresión o melancolía en su afán por encontrarse y de estabilizarse mental y emocionalmente, de repente sucedió algo que jamás nos esperábamos y el mundo empezó a buscar un punto de equilibro, estabilizó muchas de las acciones humanas, la mayoría nocivas para el planeta, de momento todos nos sentimos en igualdad de condiciones sin desconocer las deficiencias y desigualdades sociales.
¿Pero, porque la felicidad se ha convertido en una utopía, o un mito que solo se puede experimentar por momentos muy cortos?
En este momento es común ver nuevos artistas creando obras inesperadas, descubriendo talentos que jamás pensaron que los tenían, nuevos cocineros con habilidades exquisitas, músicos extraordinarios o personas con habilidades comunicativas haciendo uso de la red global que nos une por medio de una computadora, estoy seguro que estas nuevas experiencias han aportado irónicamente momentos felices a muchas personas en medio de la adversidad.
Con certeza se puede concluir que la felicidad se encuentra en el caminar sin afanes por la vida, sin preocuparse por el devenir o lamentarse por las desgracias pasadas, que reinventarse a diario es más que necesario y que todas las frustraciones, son creadas en gran medida, por querer acortar la enorme desigualdad social, creada por la indolencia y el egoísmo humano.
Hoy es improcedente pensar en el porvenir porque es completamente incierto, no podemos planificar nada, mucho menos programar acciones venideras, del mismo modo que no tiene trascendencia el hecho de lamentarse por acontecimientos pasados, nada se puede remediar, ya es pasado y no existe, se tiene el presente el aquí y el ahora, esa es la invitación a la cual estamos llamados siempre, cuando entendemos eso tan simple, se esfuman los miedos, las incertidumbres, las preocupaciones y la vida cobra todo sentido, se es feliz.