De un trágico accidente también debemos aprender
Se dice que todo tiene un propósito, una razón de ser, incluso los hechos más difíciles de entender y aceptar, a veces renegamos, maldecimos y culpamos a Dios, por cosas que nos duelen, pero en un mundo tan dividido por ideologías erradas, fanatismos e intereses personales de algunos pocos. Dios, el universo, el destino o como lo queramos llamar, se hace presente y a veces tiene que hablarnos de la manera más cruel para que volvamos a comprender que la unión, la convivencia y el amor es la única arma para tener un mundo mejor, es imprescindible entender que somos un todo y que si hago daño a mi prójimo, me lo estoy haciendo a mí mismo. Es hora hacer un alto en el camino y meditar sobre como estoy actuando, si estoy aportando o por el contrario estoy creando más división con mis actos.
Hoy vemos la solidaridad de muchas personas al rededor del mundo, sin distintivo de raza, ideología o creencia, todos queremos ayudar o aportar con un granito de arena para desahogar ese nudo en la garganta o ese peso que sentimos en el pecho por la impotencia o el dolor que sentimos por familiares, hinchas o amigos de las víctimas del accidente aéreo.
Es irónico decir que esto también es un aprendizaje, pero es la realidad, hoy volvemos a sacar esas emociones, de tristeza, de dolor, de lágrimas, pero a la vez de aliento, de fortaleza y de solidaridad que a veces se nos olvida que tenemos, es ahí donde deberíamos quedarnos todo el tiempo, manifestando solo esas emociones y el mundo sería mejor.